Tengo el placer de leer al doctor Pablo Peyrolón en su columna en finanzas.com y de escucharle puntualmente en radio Interconomía. En su artículo publicado la semana pasada en la web, D. Pablo me recordó lo que yo pensaba del liberalismo económico cuando estaba en la universidad, quizás porque era lo que me decían que debía pensar. Luego cuando cuando salí de la burbuja en la que vivía descubrí algo que ya sospechaba, y es que la realidad no solo no se parece a lo que cuentan los libros de teoría económica sino que suele ser opuesta.
El señor Peyrolón defiende con las mismas energías con que lo hacía yo hace años que se ha de partir de la libertad de pensamiento y actuación como base para la solución de los problemas colectivos gracias a que el enriquecimiento económico de los que llevan la iniciativa repercute en resto. Para mi la riqueza es de la misma naturaleza que la energía para Einstein: ni se crea ni se destruye, la energía solo se transforma y la riqueza solo cambia de manos.
Cualquier sistema puede ser abierto o cerrado, o intercambia con el exterior o es autosuficiente. El mundo no es más que un gran sistema global, por tanto cerrado, compuesto a su vez de múltiples sistemas económicos más o menos abiertos que son los paises. El sistema más abierto quizás sea el NAFTA por su amplitud y la aportación de los EEUU, y el más cerrado Corea del norte.
Económicamente hablando el sistema dominante está organizado en la forma denominada capitalista, que es la que según estudiosos como el señor Peyrolón es capaz de solucionar más problemas cuanto mayor sea su grado de aplicación. Se le llama capitalismo liberal o liberalismo, yo sin eufemismos los llamo capitalismo salvaje o depredador. Porque partiendo de axiomas como que todo sistema es equilibrado y cíclico, en el capitalismo para que alguien se enriquezca otro tiene que perder, e intentar demostrar lo contrario son paparruchas teóricas (¿hablamos de la suma cero de los mercados de futuros señor Peyrolón?). La destrucción natural que se están sufriendo muchas industrias por la incorporación de China a la OMC lo demuestra: ellos aumentan su nivel de vida, otros se quedan sin trabajo.
El interés capitalista controla el pensamiento gobernante para garantizar su prosperidad, ya que la acumulación de riqueza por parte de las manos fuertes solo se consigue si las manos débiles la pierden. Es el casino. Por eso los beneficios de las grandes corporaciones crecen a ritmos anuales del 20%, gracias a que los ciudadanos perdemos cada año un 20% de nuestro poder adquisitivo. Por eso nos dicen lo que tenemos que pensar, por eso los académicos enseñan en las universidades que la inflación es sana y la deflacción es mala. Porque si los precios suben mientras los salarios no lo hacen, se incrementa el beneficio del dominante.
Pero el talón de aquiles de todo este sistema es que no es sostenible. Cuando los niños vietnamitas que cosen balones a Nike crecen llegan las revueltas, cuando los mares se secan no queda que comer, cuando la tierra se yerma los árboles mueren, cuando el petróleo se quema el aire se torna irrespirable.
El respetadísimo economista Jeffrey Sachs ya lo ha advertido: "hoy estamos hablando de la erradicación de la pobreza en el mundo, dentro de quince años estaremos discutiendo sobre la sostenibilidad del sistema"
viernes, junio 03, 2005
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