- Carta de precios no expuesta al público.
- 4,55€ una Coca Cola, cuatro más de tres mil pesetas.
- Calamares en mal estado.
- Pan del día anterior de haber sido guardado en bolsa de plástico.
- Número de Identificación Fiscal inventado sin identificar al empresario.
- Ticket entregado solo bajo solicitud expresa del cliente.
sábado, febrero 10, 2007
Se ha escrito un crimen
jueves, febrero 08, 2007
A Dios rogando
y al río tirando...
La historia de lo sucedido hace unos años en un pueblo del norte de España es un claro ejemplo de lo sabio del refranero español, aunque en este caso aplicado a una compañía de autobuses que se dedicó a ir comprando las rutas de la competencia con el fin de ir cerrándolas paulatínamente para aumentar su rentabilidad. Eso si, es sabido que a las subvenciones del gobierno autonomíco que recibían dichas rutas no renunció.
En el pueblo de un amigo mío, la empresa decidió reducir las rutas a la mitad, pasando sus autobuses cada dos horas en vez de cada hora. Los vecinos no tardaron en organizarse para recoger firmas y enviarlas al propietario, con argumentos tan sinceros y válidos como que aquello afectaba enormemente a quienes dependían del transporte público para ir a trabajar. El resultado fue que los autobuses siguieron pasando cada dos horas.
Fue en el pueblo de al lado donde tuvieron menos diplomacia que los nacidos en zona de mi amigo, y también se organizaron solo que de una manera muy distinta: un día todos se subieron al autobús y en un punto del trayecto obligaron al conductor a parar. Se bajaron y despeñaron el autobús por un río.
Con aquel hecho y la amenaza de hacerlo cada día, por allí el autobús sigue pasando cada hora.
La decisión lejos de ser entendida como resultado de un chantaje, tiene una lógica económica aplastante:
Los benditos ciudadanos de ese pueblo pueden tener la conciencia tranquila, los bolsillos de Alsa siguen engordando. Aunque menos.
La historia de lo sucedido hace unos años en un pueblo del norte de España es un claro ejemplo de lo sabio del refranero español, aunque en este caso aplicado a una compañía de autobuses que se dedicó a ir comprando las rutas de la competencia con el fin de ir cerrándolas paulatínamente para aumentar su rentabilidad. Eso si, es sabido que a las subvenciones del gobierno autonomíco que recibían dichas rutas no renunció.
En el pueblo de un amigo mío, la empresa decidió reducir las rutas a la mitad, pasando sus autobuses cada dos horas en vez de cada hora. Los vecinos no tardaron en organizarse para recoger firmas y enviarlas al propietario, con argumentos tan sinceros y válidos como que aquello afectaba enormemente a quienes dependían del transporte público para ir a trabajar. El resultado fue que los autobuses siguieron pasando cada dos horas.
Fue en el pueblo de al lado donde tuvieron menos diplomacia que los nacidos en zona de mi amigo, y también se organizaron solo que de una manera muy distinta: un día todos se subieron al autobús y en un punto del trayecto obligaron al conductor a parar. Se bajaron y despeñaron el autobús por un río.
Con aquel hecho y la amenaza de hacerlo cada día, por allí el autobús sigue pasando cada hora.
La decisión lejos de ser entendida como resultado de un chantaje, tiene una lógica económica aplastante:
1 autobús diario > 1 ruta cada hora
Los benditos ciudadanos de ese pueblo pueden tener la conciencia tranquila, los bolsillos de Alsa siguen engordando. Aunque menos.
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